En los encuentros efervescentes de nuestras ceremonias, las plantas desempeñan un papel subyacente pero esencial. Más allá de la efusividad de los momentos festivos, estas compañeras verdes se disponen de un modo sutil, aportando encanto y sentido. En cada ocasión especial, desde bodas hasta fiestas estacionales, hallamos un campo frondoso de simbolismos vegetales que enriquecen nuestras experiencias y las conectan con la naturaleza.

Las flores, con su belleza efímera, encabezan la lista de protagonistas en este desfile botánico. Hortensias, yerberas y claveles se entrelazan en guirnaldas o ramilletes y adornan con elegancia mesas, puertas y rincones. Sus fragancias tejen recuerdos sensoriales que perduran en la memoria de quienes participan de los rituales. Con sus propios lenguajes, son portadora de sentimientos y emociones. En este vasto jardín de significados, las rosas rojas se presentan como emisarias del amor apasionado, mientras que las blancas, expresan la pureza y la devoción. Los lirios, con sus elegantes tallos, representan la transición, mientras que las violetas enuncian modestia y humildad.

Las plantas no son solo adornos, son narradoras de historias. En la Antigua Grecia se utilizaba el aceite de oliva para consagrar a los reyes y las ramas eran símbolo de abundancia, paz y gloria. Las hojas de laurel, que son recordadas por ser utilizadas por los Césares en Roma como emblema de la victoria, reivindican que las celebraciones son triunfos sobre la rutina diaria. Las hierbas, con sus aromas terrosos y propiedades curativas, escogen su lugar como guardianas de la salud. El romero, asociado con la memoria y la lealtad, se utilizan en guardas y centros, mientras que la lavanda añade una nota de calma y serenidad a los eventos bulliciosos. Con sus propiedades medicinales y espirituales, transmiten una dimensión adicional a nuestras ceremonias.

En la obra de Fernando Brizuela se refleja también este espíritu: estudios botánicos y paisajes que rinden homenaje al universo herbal; personajes enmascarados que se mimetizan con la vegetación, pasean exultantes por palacios y jardines; seres mitológicos que evocan la fertilidad y la conexión con el mundo natural se encuentran distribuidos por las salas de la galería.

En el torbellino de la alegría festiva, detenerse a reflexionar sobre el papel de las plantas revela una historia más profunda. No son simples adornos efímeros, sino presencias silenciosas que enriquecen nuestros festejos. En cada hoja y en cada pétalo, descubrimos un recordatorio de nuestra dependencia y conexión con el reino vegetal, una relación que va más allá de lo visual y se arraiga en la esencia misma de lo que significa celebrar.